El color de una imágen olvidada en el tiempo

No ha pasado mucho tiempo desde que pasé por aquel viejo puente con el propósito de ir a tu casa o bueno, a lo que era la casa de tu infancia, no me sentía listo para volver a esa vieja calle limeña, tampoco quería cruzarme con ningún vecino que me reconozca y me pregunte sobre mi fallecida madre, ni sobre lo mucho que he crecido, solo espero subir tus viejas escaleras, coger lo que busco e irme inmeditamente y no volver en otros diez años más, doblo la esquina de la calle principal y me encuentro la misma imágen que veía hace diez años cuando era un niño, sillas fuera de las casas, para que las vecinas puedan chismosear tranquilamente sin quejarse del bochornoso calor de finales de diciembre, las mismas puertas, las mismas ventanas, algunos cambios en los colores de las paredes, las mismas veredas, los mismo vecinos, pero distintos son los niños que ahora se han adueñado de la pista en este domingo donde se divierten con los juegos que nos hicieron felices durante horas de horas, subo a la vereda para evitar cualquier contacto con alguna persona y llego a la vieja casa, vieja en todos los sentidos posibles, hasta llena de graffitis está por el abandono que le hemos dado, abro la puerta con miedo que algún vagabundo o fumón la haya tomado como su refugio nocturno, pero no, todo luce igual, como lo dejó nuestra madre, solo que todo está lleno de polvo, aunque las ventanas están rotas, ya no está en esa casa la tía Rosa que botaba a todos los chibolos que jugaban partido, ante la falta de su voz autoritaria, el vidrio se pudo haber roto en cualquiera de las pichangas domingueras, mientras miro toda la sala recordando mi niñez y los que en vida fueron mi familia, me dirigo a subir las escaleras, antes que comience a derrarmas lágrimas prefieron no estar más en el lugar, llego al segundo nivel, y las ganas por entrar al cuarto de mi padre me matan, cuántos tesoros tendrá el viejo en ese baúl que dejamos abandonados aquella vez, lo siento, pero antes de ir a recojer lo que me mandaste a buscar, tengo que ver el baúl del viejo, acelero mis pasos de la emoción abro la puerta rápidamente y allí estaba, tanto miedo tenía que otra gente se lo haya llevado pensando que solo el viejo baúl vale, si adentro hay tantos tesoros que ya no son apreciados en la actualidad, pero para la familia tienen un valor enorme, los cassettes, VHS, LP's, revistas, guantes, unas llaves, quién sabe dios de qué, unas cadenas, unas viejas zapatillas de futbol, una camiseta del Muni y lo que pensaba que aún seguía allí, la vieja quena con la que mi padre tocaba todas las canciones andinas que podía conocer, como olvidar que cuando yo aprendía a tocar zampoña, mientras ensayaba en el cuarto, mi padre me llamó y me dijo que lo acompañara porque quería hacer "algo de música", sacó su quena y me dio un papel con notas músicales, escritas de su puño y letra, comenzamos a tocar y era una quena con un sonido tan limpio y tan dulce que me transportaba hacía las vacaciones a Ayacucho, y con la vista de ese cielo y esas nubes que esta ciudad gris parece nunca conocer, la nostalgia me envolvía el corazón, comencé a llorar porque de todas la colección de ese viejo baúl, que de seguro uno de nosotros volverá a llevarse lo que más recuerdos le trae sobre el viejo se lo lleve, en este caso, yo me llevo la quena, no para tocarla, si fuera por mi, la colgaría en mi casa para enseñarle a mis hijos que mi padre sacaba las notas más hermosas de la música andina con esa quena y de seguro, su legado y su talento, no morirá, salgo del cuarto de mis padres y emprendo camino al cuarto donde dormimos todos nosotros, entro y la primera impresión que me causa, es la de un parque de diversiones en abandono, como es posible que nos hayamos divertido tanto en un cuarto de pocos metros, ahora, ya de adulto recién me pongo a pensar sobre lo reducido del lugar, y lo felices que eramos, y que fuimos tan tontos de no darnos cuenta, que durante esa etapa es donde uno conoce la verdadera felicidad, me acercó hacia la cómoda, abro los cajones y encuentro lo que tanto estaba buscando, pero grande fue mi sorpresa, al darme cuenta que...

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